Nadie sabe mejor que tú lo que te conviene y nadie se ignora a si mismo más que tú. Esta es una máxima con la que muchos luchamos cada día, más ahora si cabe que nos encontramos en unas circunstancias tan peculiares. 

Paciencia es una palabra a la que no estábamos acostumbrados. Nos ha pillado de sorpresa a pesar de llevar semanas avisando. Es como si oyéramos llover sin ver la lluvia. Hemos seguido como si nada hasta que nos han atado de pies y mano y no hemos tenido otro remedio que ver la tromba de agua que se nos venía encima. 

 Ahora más que nunca toca mirar ese espacio que tenemos casi siempre ocupado, entre los ojos y el alma, ese hueco ocupado donde antes había silencio. Digo antes refiriéndome al tiempo en que éramos niños y la fascinación por las cosas nos hacía quedarnos callados sin saberlo. 

Más que mirar las noticias necesitamos revaluar nuestros puntos de partida. Una de las primeras preguntas que me gusta hacer cuando hago mis sesiones de mentoring de comunicación es: ¿Qué personaje quieres ser cuando te pones delante del público? ¿Cómo quieres mostrarte? 

¿Qué personaje quieres ser cuando te pones delante del público? ¿Cómo quieres mostrarte? 

No es una respuesta sencilla. La mayoría no saben describir cómo son y mucho menos lo que quieren transmitir en los ojos y oídos de otros. ¿Pero siendo tú mismo no basta? ¿No será evidente? 

Creo que no, hay que saber lo que uno es para transmitirlo. La consciencia hace que las cosas que sentimos sean visibles para los demás. Lo primero es observar y analizar nuestro carácter, nuestra postura, nuestra fisionomía para poco a poco ir adaptando lo que queremos mostrar a nuestro contexto físico y emocional. 

 Os pongo mi caso. ¿Qué quiero mostrar yo cuando me subo a un escenario? Depende del contexto. Pongamos qué quiero mostrar yo, cuando me subo a un escenario a hacer un set de comedia. 15 minutos en los que mi objetivo es hacer que la gente se ría. ¿Qué muestro de mí? 

 Busco el contraste, busco la contradicción. Procuro mostrar amabilidad en la mirada, tranquilidad en el gesto por muy grande que sea la burrada que esté soltando. Siempre trato de jugar con los silencios y mantener mis ojos activos en todo momento. Sé que tengo cara de niño bueno y lo aprovecho, sé que el discurso se sostiene en la viveza de los ojos, igual que una vela depende del equilibrio del fuego con la cuerda para seguir alumbrando oscuridad. 

 Busco mover mis manos como si fueran marionetas, como si en cada dedo tuviera un personaje distinto

Busco mover mis manos como si fueran marionetas, como si en cada dedo tuviera un personaje distinto que me acompaña en aquello que esté contando. Imagino que cuando hablo nunca estoy solo, que hago un duo con cada uno de los espectadores, trato de recordar una y otra vez que no estoy hablando solo. Parece un pensamiento muy obvio. Pero os sorprendería ver la cantidad de personas que se suben a un escenario sin conectar con  absolutamente nadie del público. 

La prioridad son ellos. El objetivo es que quien te escucha sienta cosas. Tú, subido en escena, eres solo un medio. 

Trato de recordar también que el lenguaje es un regalo que me ha dado la civilización. Que yo sólo nunca hubiera podido inventar tantas palabras y tantos significados, que soy un privilegiado por poder utilizar un idioma para expresar las cosas que siento. 

 soy un privilegiado por poder utilizar un idioma para expresar las cosas que siento. 

Agradecer cada palabra hace que tu mensaje resuene más. ¿Magia? Sí, me temo que sin magia es difícil hablar en público y emocionar. Qué hay que tirarse a la piscina para mojarse. 

Y ahora quiero recuperar la palabra paciencia. Hace falta mucha paciencia para conocerse a si mismo y es aún más necesaria para poder transmitir quienes somos a los demás. No hay atajos para ser tu mismo. 

 Hay muchos vídeos que lanzamos a las redes que podríamos y debiéramos repetir si los mirásemos un par de veces y nos preguntáramos si esa persona que estamos lanzando a internet se corresponde con quien quieres mostrar de verdad. Si esa voz impostada es o no es la tuya, si no habría una manera más sencilla, amable y directa de decir la misma cosa. 

Un exceso de perfeccionismo es tan peligroso como un exceso de productividad impaciente.

Con un poco más de paciencia y serenidad todos podríamos ser una versión mucho más bonita de nosotros mismos cuando nos grabamos en vídeo. Y sí te analizas, te conoces, te escuchas y llegas a la conclusión de que no te acaba de gustar lo que ves. Sólo tienes una opción: Cambiarlo.

 

Ahora tenemos tiempo aunque paradójicamente se nos escapen los días de cuarentena sin haber hecho suficientes cruces en nuestra hoja de tareas. Investiga, grábate, envíame tus vídeos y si puedo te ayudaré a replantearte si eres realmente esa persona que muestras cuando te grabas o si necesitas un empujón para ser tú mismo. 

Y si no quieres escribirme y mandarme nada siempre puedes volver a leer a Fernando Pessoa, o aún mejor, descubrirlo por primera vez. Él es el poeta que más puede reconectarnos con nuestra esencia. Especialmente sus poemas de Alberto Caeiro. 

 

Creo en el mundo como en una margarita,
porque lo veo. Mas no pienso en él
porque pensar es no comprender
No se hizo el mundo para pensar en él
(pensar es estar enfermo de los ojos)
sino para mirarlo y aprobarlo.
Poesía I. Los poemas de Alberto Caeiro 1«El guardador de rebaños», II, vss. 14-18, p. 37
Un abrazo con guantes para todos. 

 

Joaquín Guerrero.